A mi gran familia…

Algunas cosas que eran privadas, ahora las dedico a mi gran familia que ya no es sólo de relación sanguínea, es de alma y corazón, decidiendo compartir lo que existe dentro de mi, para transmitir y dejar una huella de lo que quiero q conserven de mi…

El hambre de la eternidad, el suelo de la inconciencia,
el corazón de la inocencia y el ansia de descubrir.

Cada día perseguir un sueño, llorar y caerse,
reír y levantarse, para siempre proseguir…
el brillo de una estrella, que te alumbra
el sol interrumpiendo el sueño y el delirio de mi amor por ti.

El tiempo que se escapa como agua que lucha entre las manos,
el universo escuchando los murmullos, todo eso que se vuelve subir una montaña y es tan solo vivir…

Vivir creando un sueño, acompañado de ti…

Gracias por ayudarme a cumplir todos mis sueños y seguirme en esta travesía que representa la vida…

24.5.10

Te dejo...

Te dejo con tu vida
con tus puestas de sol y tus amaneceres
sembrando mi confianza…
Ahí, distante, inalcanzable, indiferente...
Te dejo junto al mundo, derrotando imposibles
seguro de horizontes...
Te dejo frente al mar, descifrándote a solas…
sin mis preguntas a ciegas y sin mis respuestas rotas
Te dejo sin mis dudas pobres y malheridas,
te dejo sin mis cobardías, con ese falso abandono
en mi habitación de noches oscuras…
Te dejo en un lejano horizonte sin horas…
en la huella del tacto vacío, frente a tu silencio de lágrimas,
en tu sombra ya sin mi sombra
Tal vez en tu mundo de luz
cerca de aquellos sueños divinos
esperando tus manos, dibujadas de palabras,
en abrazos de tu alma.
No lo sé...
tal vez tu mirada profunda y quieta,
la encuentre algún día...
al cerrar para siempre el silencio de mis ojos.

Música

En el silencio de estos días escucho música,
música de palabras que nunca me dijiste pero que yo creí oír…
música que tú y yo no hemos bailado.

Son cuchillos que se rasgan mi noche
sonidos de sueños que nunca escucharé
sonidos de cristales que se rompen al caer,
volviéndose en sueños rotos que se clavan
muy profundo en mi piel,
perforando los poros de mi alma
que se despedaza a cada amanecer.

Llueve… y esa lluvia
no puede devastar esos sentimientos que se pegan a mi piel
y escucho esa música que diluye mis sueños,
música de palabras que nunca me dijiste y yo creí oír.

Hoy me dí cuenta que nunca bailamos la misma canción,
yo bailaba la música de la fantasía y el amor
y tu sólo, la del dolor, e inesperadamente
escuchó esa música y ahora la reconozco
son los sonidos de un simple adios...

El absurdo del dolor y la muerte...

Esta vez retomo un poema escrito por Miguel de Unamuno... Hay tanto cierto en este poema, porque realmente, no sabemos que existe...y esperamos, y esperamos algo.... que tal vez nunca llegará, solo nos segamos creyendo que alguna fuerza superior nos ayudará y tal vez nunca sea así...


Señor, Señor, ¿por qué consientes
que te nieguen ateos?
¿Por qué, Señor, no te nos muestras
sin velos, sin engaños?
¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda,
duda de muerte?
¿Por qué te escondes?

¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia
de conocerte,
el ansia de que existas,
para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás, mi Señor; acaso existes?

¿Eres Tú creación de mi congoja,
o lo soy tuya?
¿Por qué, Señor, nos dejas
vagar sin rumbo
buscando nuestro objeto?
¿Por qué hiciste la vida?
¿Qué significa todo, qué sentido
tienen los seres?

¿Cómo del poso eterno de las lágrimas,
del mar de las angustias,
de la herencia de penas y tormentos
no has despertado?
Señor, ¿por qué no existes?
¿Dónde te escondes?

Te buscamos y te hurtas,
te llamamos y callas,
te queremos y Tú, Señor, no quieres
decir: ¡vedme, mis hijos!

Una señal, Señor, una tan sólo,
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido
a esta sombría vida que arrastramos.
¿Qué hay más allá, Señor, de nuestra vida?

Ve, ya no puedo más, Señor,
de aquí no sigo,
aquí me quedo,
yo ya no puedo más, ¡oh Dios sin nombre!

Ya no te busco,
ya no puedo moverme, estoy rendido;
aquí, Señor, te espero,
aquí te aguardo,
en el umbral, tendido, de la puerta
cerrada con tu llave.

Yo te llamé, grité, lloré afligido,
te di mil voces;
llamé y no abriste,
no abriste a mi agonía;
aquí, Señor, me quedo,
sentado en el umbral como un mendigo
que aguarda una limosna;
aquí te aguardo.

Tú me abrirás la puerta cuando muera,
la puerta de la muerte,
y entonces la verdad veré de lleno,
sabré si Tú eres
o dormiré en la tumba.