Hay noches en las que me he sentido sin mí
ni siquiera yo misma lo he notado,
porque me he embriagado de ti
al tomarte entre mis brazos por las noches,
en que miro tu rostro, sin que tu lo sospeches.
Me he sentido sin mí,
al convertirme en la bruma que calla acariciando tus sueños,
tan solo para imaginarte sonreír al amanecer,
mirando hacía ambos lados sin que me puedas encontrar.
Hay noches en las que me he sentido sin mí,
descubriendo escondidas rosas bajo mi cuerpo
y, aunque a veces me parece que tocan tu alma,
sus pétalos no llevan tu aroma que me permite seguir viviendo.
Hay noches en las que envuelta de insomnio
deambulo por tu espalda y me aferro a tu cuerpo
convirtiéndolas en noches absurdas en donde
el reloj se vuelve impertinente al querer separarme de tu lado.
Sería tan sencillo colgarme de tus besos en esas noches,
para eludir el ansia que me provoca poder rozar tu boca
y desahogar el martirio de tener que dormir sin estar a tu lado.
Hay noches en las que me he sentido sin mí
ni siquiera yo misma lo he notado,
al maldecir mil veces los minutos que te tuve
y no te desarmé a mordiscos hasta volverte aire.
Y envuelta de insomnio ahogo las esperanzas que, aún,
revolotean en el cielo de mis manos,
como si te acariciara el costado del cuello
donde reposa tu cabello y se derrumba mi sangre.
Hay noches en donde aparto del camino los silencios
y te presto mi atención sin pestañeo,
imaginando que te tengo de espejo,
hasta que mis ojos se cierran ante el desaliento
porque a mi me ha vuelto el sueño y tendré que
esperar hasta la próxima noche para estar cerca de tu cuerpo.
Hay noches en que despierto y,
solo te quiero de vuelta en mi sueño…