El aroma del viento se confabula con la sombra de los árboles regalándome una reconfortante brisa durante esta tarde de otoño, convirtiendo mi camino en un espacio agradable. Las calles se hacen cada vez mas largas y retardan mi camino de regreso a casa en donde inevitablemente volveré a soñar.
Me siento obsesionada por vivir en paz y llena de felicidad, no soporto los gritos y las discusiones, no comprendo el interés de las personas por hacer valer un punto de vista aún a costa de su propia tranquilidad. Envuelta en estos pensamientos me doy cuenta que la distancia es tan solo temporal, el tiempo se detiene y el mundo queda estático mientras observo gente solitaria, sus rostros no son capaces de sonreír, se convierten en objetos inmóviles, atormentados sin reconocimiento alguno.
Entonces la imagen que me aborda y calma es ese silencio, ese silencio donde vuelvo a volar sin necesidad de dar explicación a nadie, es una sensación de tejer una idea tras otra, creando un puente enorme que me eleva hasta la inmensidad. Me reconozco, miro mis manos, con ellas toco mi rostro, siento mi calor y me enfoco en esa sensación porque es la única forma de rescatarme.
Siento la manifestación de algo divino que me une a lo inexplicable y soy alejada de las ataduras de este mundo profano, pierdo la expectativa por el futuro, olvido el pasado, solo me sitúo en el presente, sin seguir alguna señal aparente que me dicte el subconsciente.
En un instante me tiendo sobre el pasto ante el asombro de la gente, puedo observar el sol ocultarse y al viento arrancando hojas que llegan ante mi a susurrarme, mientras las nubes juegan conmigo creando figuras perfectas hechas especialmente para mi. Dirijo la mirada hacia el césped encontrando una varita que se interpone en el paso de una pequeña hormiga que carga su alimento para llegar a casa, así como lo hacía yo antes de encontrarme aquí.
Desde mi punto de vista, observando todo desde arriba, sé perfectamente que es muy sencillo cruzar, se trata sólo de desviar el camino y en lugar de trepar necesita rodear su obstáculo o no logrará avanzar jamás. Así imagino que alguien ve nuestras vidas y con más claridad tomo la posición de que quien esta observando, quien me está entregando un instante de sabiduría aquí y ahora.
Pienso cuando las situaciones me abruman, cuando parecía no haber salida ni solución, era yo la hormiga que nunca tuvo la certeza de que había un atajo. Ahora estoy segura que todo lo tenemos, todo nos pertenece, hay suficiente para cada uno de nosotros en todo el universo, sólo que no lo hemos creído convirtiéndonos en dioses con amnesia.
Pero sé que en algún momento ya no necesitaremos más palabras para comunicarnos, ya no necesitaremos quien pueda enseñarnos a limitarnos. Con tan solo una mirada expresaremos todo lo que nuestro corazón extraña ahora y observaremos desde arriba con la conciencia abierta todo lo que somos y podemos lograr.
Dejaremos de pensar por temor a perder o no tener, para observar con amor todo lo que hay, dejándonos de preocupar por soluciones que nunca llegarán porque simplemente todo se resolverá y aún cuando la ultima puerta se cierre debemos tener la certeza que nos manifestaremos para llegar al lugar en donde elegimos estar.
Solo es necesario dejar de temer y comenzar a amar.
Me siento obsesionada por vivir en paz y llena de felicidad, no soporto los gritos y las discusiones, no comprendo el interés de las personas por hacer valer un punto de vista aún a costa de su propia tranquilidad. Envuelta en estos pensamientos me doy cuenta que la distancia es tan solo temporal, el tiempo se detiene y el mundo queda estático mientras observo gente solitaria, sus rostros no son capaces de sonreír, se convierten en objetos inmóviles, atormentados sin reconocimiento alguno.
Entonces la imagen que me aborda y calma es ese silencio, ese silencio donde vuelvo a volar sin necesidad de dar explicación a nadie, es una sensación de tejer una idea tras otra, creando un puente enorme que me eleva hasta la inmensidad. Me reconozco, miro mis manos, con ellas toco mi rostro, siento mi calor y me enfoco en esa sensación porque es la única forma de rescatarme.
Siento la manifestación de algo divino que me une a lo inexplicable y soy alejada de las ataduras de este mundo profano, pierdo la expectativa por el futuro, olvido el pasado, solo me sitúo en el presente, sin seguir alguna señal aparente que me dicte el subconsciente.
En un instante me tiendo sobre el pasto ante el asombro de la gente, puedo observar el sol ocultarse y al viento arrancando hojas que llegan ante mi a susurrarme, mientras las nubes juegan conmigo creando figuras perfectas hechas especialmente para mi. Dirijo la mirada hacia el césped encontrando una varita que se interpone en el paso de una pequeña hormiga que carga su alimento para llegar a casa, así como lo hacía yo antes de encontrarme aquí.
Desde mi punto de vista, observando todo desde arriba, sé perfectamente que es muy sencillo cruzar, se trata sólo de desviar el camino y en lugar de trepar necesita rodear su obstáculo o no logrará avanzar jamás. Así imagino que alguien ve nuestras vidas y con más claridad tomo la posición de que quien esta observando, quien me está entregando un instante de sabiduría aquí y ahora.
Pienso cuando las situaciones me abruman, cuando parecía no haber salida ni solución, era yo la hormiga que nunca tuvo la certeza de que había un atajo. Ahora estoy segura que todo lo tenemos, todo nos pertenece, hay suficiente para cada uno de nosotros en todo el universo, sólo que no lo hemos creído convirtiéndonos en dioses con amnesia.
Pero sé que en algún momento ya no necesitaremos más palabras para comunicarnos, ya no necesitaremos quien pueda enseñarnos a limitarnos. Con tan solo una mirada expresaremos todo lo que nuestro corazón extraña ahora y observaremos desde arriba con la conciencia abierta todo lo que somos y podemos lograr.
Dejaremos de pensar por temor a perder o no tener, para observar con amor todo lo que hay, dejándonos de preocupar por soluciones que nunca llegarán porque simplemente todo se resolverá y aún cuando la ultima puerta se cierre debemos tener la certeza que nos manifestaremos para llegar al lugar en donde elegimos estar.
Solo es necesario dejar de temer y comenzar a amar.
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